LABERINTOS
Secretos íntimos en la prima oscuridad.
No me dejan sosegarme en el paraíso disoluto de los ensueños negros.
Hay lágrimas desecas y humedecidas que caen de ese árbol corpulento.
Las volátiles están pernoctando inmóviles.
Menos los búhos que sueñan despabilados.
Como explicarte si soy un redivivo de los acontecimientos arcaicos del pasado.
De tus iniciativas y núcleos pálidos conocedores de todo.
De los desiertos renunciados de los seres humanos.
Parado en el medio del filo de la tijera mota.
Los cuervos han pasado de largo.
Me he fortalecido por tu irradiación y tu inclinación.
Ahora sé que no estoy solo en esta disputa perpetua.
Tu caricia siempre roza mi pómulo.
Ya no sale sangre gris plateada al contacto directo.
Evapora felicidad y destellan las vías del nirvana.
Que no siempre llegan a destino.
Hay laberintos equívocos.
Pero siempre hubo salida para los que conceptúan.
Solo es cuestión de seducir y concebir.
Que todo es razón de estar al tanto y esperar los instantes.
Y estar en el ciclo pero también en tus quimeras.
Sonrisa, beso por elevación con provocación incluida.
Me llega uno a otro sin mediar el tedioso intervalo conectado.
Siendo un hecho que todo está más que bien.
Hay laberintos equívocos es cierto.
Pero jamás confunden el impulso del buscador.
La que encuentra la esencia pura del acto.
Ha de saber que me tiene entre sus prolongaciones.
Por eso pido y elevo una rogativa que me guíen al pretexto exacto.
De un corazón anhelante por verme en otoño cercano.
En un instante sagrado en los enredos planteados.
El tiempo y el trayecto nunca vivieron como pieza clave del episodio.
Si hay una mímica coautora a la incitación.
Es casi seguro que habrá un pensar bilateral, mutuo y correspondido.
Si hay una concepción dulce en la agitación.
El amor llegara solo sin pensarlo demasiado.
Venciendo a los miedos ignorados del presente.
De los enamorados de perpetuos.
A la hora del desvelo imperecedero.
El laberinto ha de tener siempre una salida.
MAEART
21 de enero de 2015
Crítica de Laberintos
“Laberintos” se erige como un poema donde lo onírico y lo existencial conviven en un escenario cargado de imágenes simbólicas. La voz poética abre con una declaración inquietante: “Secretos íntimos en la prima oscuridad”. Desde el primer verso se plantea un estado liminal, un tránsito entre la vigilia y el ensueño, donde el yo lírico es acosado por memorias, sombras y fantasmas interiores. Esta introducción nos sitúa en un espacio de interioridad radical: el poema no describe lo externo, sino que desciende a los pliegues más oscuros del alma.
En el plano estilístico, el poema está construido sobre imágenes densas, muchas veces herméticas, que se enlazan mediante asociaciones libres: lágrimas desecadas que caen de un árbol corpulento, búhos que sueñan despabilados, sangre gris plateada que se evapora en felicidad. Estas metáforas funcionan como símbolos de la contradicción esencial de la vida: lo seco y lo húmedo, lo inmóvil y lo volátil, lo sangriento y lo dichoso. El lector se enfrenta a un paisaje que parece un sueño, un “laberinto” en sí mismo, donde cada imagen abre nuevas puertas de interpretación.
La estructura del poema refleja esa misma condición laberíntica. El texto avanza en fragmentos, casi como estaciones de un viaje interior. No hay una linealidad lógica, sino un movimiento circular, en el que las imágenes se repiten o se resignifican: los laberintos aparecen en varias estrofas, primero como metáfora de confusión y después como promesa de salida. Esa repetición refuerza la sensación de estar atrapados en una búsqueda interminable, donde el verdadero sentido es el tránsito mismo.
En cuanto al tono, “Laberintos” oscila entre la desesperación y la esperanza. Hay momentos de sombra profunda —“de los desiertos renunciados de los seres humanos”— que sugieren abandono y pérdida. Pero también irrumpen destellos de redención: “Evapora felicidad y destellan las vías del nirvana”. Esa tensión dialéctica es la columna vertebral del poema: el laberinto no es solo cárcel, también es camino hacia una salida. El yo poético se reconoce perdido, pero al mismo tiempo afirma que siempre hay posibilidad de concebir, de esperar, de encontrar la esencia.
En el plano filosófico, el poema dialoga con una tradición mística y existencial. La idea de laberinto como metáfora de la vida remite a Borges, pero aquí adquiere un matiz más íntimo y corporal. No es el laberinto geométrico del intelecto, sino el laberinto emocional, hecho de recuerdos, heridas y anhelos. El poema sugiere que la única salida no se encuentra en la lógica, sino en el amor: “El amor llegará solo sin pensarlo demasiado / Venciendo a los miedos ignorados del presente”. Es en la apertura afectiva donde el yo poético encuentra sentido y redención.
El cierre del poema resulta particularmente poderoso: “El laberinto ha de tener siempre una salida”. Esta sentencia funciona como una clave de lectura para todo el texto: la vida, con sus enredos, dolores y contradicciones, nunca es un callejón sin salida. Puede ser oscura, puede ser confusa, pero en última instancia se abre hacia la trascendencia, hacia un horizonte de unión y plenitud.
Valoración crítica
“Laberintos” es un poema complejo, que exige del lector paciencia y apertura para ser descifrado. Su fuerza radica en el tejido de imágenes que, aunque a veces crípticas, generan un clima poético intenso. La riqueza simbólica compensa la falta de linealidad lógica: el poema no quiere ser explicado, quiere ser vivido.
Se puede señalar que en ciertos pasajes el hermetismo puede volverse excesivo, dificultando el acceso inmediato al sentido. Sin embargo, esa dificultad no es un defecto sino parte de la experiencia estética: el poema encarna en su forma lo que su título promete. El lector se adentra en un laberinto verbal donde la salida no está dada de antemano, sino que debe ser construida.
Conclusión
En “Laberintos”, Mae Marcelo Elías logra crear una poética del enigma, un viaje interior que oscila entre la desesperación y la redención. Es un texto donde lo personal se vuelve universal: todos habitamos laberintos emocionales, todos buscamos una salida que nos devuelva a la luz. Y en esa búsqueda, el poema nos recuerda que el amor, la esperanza y la fidelidad a uno mismo son las llaves que nos guían hacia la salida.
En suma, se trata de una obra que, más que leerse, se transita: un poema que encierra al lector en su misterio, para liberarlo en su última promesa.